GATO ENCERRADO



"El gato camina por sí mismo

y no hay Tao ni prosa mágica

que lo retenga más allá

de sus horas y sus ánimos"

Julio Cortázar


Adoraba dormir con Pinccipesco, un gato elocuente, de facciones hermosas y colores radicales: blanco y negro, distribuido de tal manera que parecía llevar un traje de etiqueta. Derramaba su felina sensualidad en cada paso que daba, movía una pata aquí, otra allá y gracias a ese particular tumbao lograba acentuar con espíritu helénico, esa profunda fe que lo impulsaba actuar como si la única misión en la vida fuera ser bello.

Saltaba a la vista su elegante manchita en el pecho ignorando los caprichos del azabache con un blanco fulminante, que se extendía hasta las patas, dibujando unos impecables guantes en las extremidades delanteras y un par de botas altas en las traseras.

Era un gato de desbordantes proporciones que tenía el hábito de comer fantasmas. Ese gato veía lo que nadie más podía ver, y no se le escapaba uno: los cazaba con destreza, empezaba desplegando una gran agilidad correteándolos por todo el cuarto, luego como parte de un ritual, jugueteaba con ellos acorralándolos en las esquinas, hasta que lograba confinarlos al limitado territorio donde acostumbraba a llevar todas sus presas. Allí los acechaba con afilados arañazos y cuando por fin llegaba la hora en que la densidad de la noche cambia, justo antes de que lo sorprendiera el alba, los atacaba con el frenesí que deja la espera, le sacaba los colmillos con un sonido gutural espeluznante y sin demoras, el gato hacía evidente su impresionante voracidad tragándoselos enteros, sin molestarse en masticarlos, después se relamía y se estiraba en el piso ronroneando de pura satisfacción, como si se hubiera engullido algo gigante.

Era una práctica que sucedía noche tras noche, hasta que una madrugada mientras dormía me asaltó una sensación terriblemente desconcertante que me cortó el aire, jamás había sentido algo tan escalofriante, al principio pensé que se trataba de un mal sueño, una pesadilla pero cuando desperté supe que era tarde, demasiado tarde…
El gato ya me había devorado.
 
Marzo 2008 | Diseñado por anita