LAS LÁGRIMAS TIENEN PRISA


Había olvidado ser pez en la tristeza, dejarme correr hasta la desnudez del llanto, para lavarle los ojos a mis culpas. Volver a sentir el vértigo de inundarme de a poco. Todo empieza en los párpados, si se mantienen secos es mala señal, pero no hay que preocuparse, por el contrario, basta con humedecer el camino para impedir que el llanto se contenga, entonces un viento negro nos vuela en la garganta y antes de que se pueda hacer algo, todo es un derrame de cascadas, lagunas, y desconsuelo. Nunca es prudente ver el abajo, siempre resulta inquietante y el llanto se confunde en la inmensidad de otra cosa. Buscar siempre el arriba donde sea luz, donde nos cieguen los blanzules y respirarlos a fondo, con fervor, hasta que el cuerpo abra sus ventanas y la piel se haga escamas, en la certeza de que una lágrima también es mar

MORIRÉ CON ALAS


Contradiciendo todos los negros que desde la noche anterior se me habían instalado en el corazón amaneció clarísimo, como si me hubiera levantado en el país del nunca jamás. Un aire cristal iba y venía alborotándolo todo, despertando sonantes iridiscencias hasta donde la mirada alcanza. Me perturbó la poca importancia que el alrededor le daba a mi dolor, por un momento pensé que el día, por respeto a mi tristeza, iba amanecer en blanco y negro, los pájaros solo trinarían silencios y los colores sabrían quedarse mudos, pero no sucedió todo lo contrario y en la medida en que la mañana festejaba su alegría yo me iba oscureciendo más, cuando de pronto cayó del cielo un ramo de plumas blancas y negras, justo lo que necesitaba para ponerle punto final a mis espinas, me acerqué con cautela hasta que logré entender lo que era: un pichón de zamuro, un magnífico maestro con quien desplegar mis alas y aprender a volar.

 
Marzo 2008 | Diseñado por anita